Lunes, 1 de febrero de 2011. Tras una semana de aviones, ciudades y baloncesto empezaba la segunda parte del viaje. Ese día como viajaba con todo el equipaje tenía traslado con SupperShuttle para ir del hotel al aeropuerto. Me recogieron a la hora prevista y dos horas antes de la salida del vuelo ya estaba en el aeropuerto. Seis horas de avión me esperaban hasta Orlando, así que desayuné bien a sabiendas que American Airlines no es la mejor compañía del mundo.

Llegar a Orlando es una experiencia increíble: el sol, las palmeras, las calles anchas, hoteles en todos los lados... es algo que desde aquel día repito cada año. Iba a estar en Orlando hasta el viernes, tenía cuatro días, así que decidí alojarme en un hotel cercano a Universal Studios. Fue uno de los grandes aciertos del viaje: tenía dos días libres y un tercer día para ir a la ciudad a ver a los Magic, como en dos días era imposible ver los cuatro parques de Disney, decidí visitar los dos parques de Universal. Como no estamos aquí para hablar de parques de atracciones no me extenderé más de la cuenta, pero desde entonces es una visita casi obligada cada año que voy allí.

Jueves, 4 de febrero de 2011. Tras dos días de relax en los parques de Universal Studios, ese jueves volvía a la que había sido la tónica habitual del viaje la primera semana. Me levanté por la mañana y desayuné en el Starbucks del Universal CityWalk, di un paseo por las tiendas y cogí un autobús que me llevaba al downtown de Orlando. Lo primero que hice fue visitar el antiguo Amway Arena, pabellón donde hasta hace unos meses habían jugado los Magic; di un ligero paseo por la ciudad, alrededor del lago que hay en un bonito parque y comí en un Subway cercano. Me llamó la atención que a tres días de la Super Bowl cada bar tenía colgando banderas de uno de los dos equipos (o incluso de los dos).

Se acercaba la hora del partido, así que fui camino del Amway Center. El pabellón por fuera es increíble, de los más bonitos que he visto, y con muy buena animación: tenían cortada una de las calles y habían montado una carpa donde un DJ iba amenizando la fiesta, un par de cheerleaders bailaban delante de la carpa e incluso varios magos hacían juegos de cartas a los más pequeños que se quedaban boquiabiertos.

Una vez dentro varias cheerleaders posaban y se hacían fotos con los fans; al subir por las escaleras mecánicas varios puestos de comida y alguna tienda se ubicaban entre acceso y acceso. La combinación de colores negro y azul de las gradas le da un aire juvenil que te hace sentir que estás a punto de ver un buen espectáculo.

Aquel día el partido no era ninguna broma: los Miami Heat de Lebron, Bosh y Wade visitaban a los Magic de Dwight Howard, el espectáculo estaba asegurado. Tras el himno llegaron las presentaciones; cuando parecía que ya lo había visto todo volvieron a sorprenderme: cada vez que el speaker nombraba algún jugador una especie de "cañón" lanzaba una llama de fuego que llegaba casi hasta el techo. Increíble.

El partido fue vibrante. Miami se iba en el marcador con un Lebron estelar en la primera parte y cuando todo parecía acabado, Orlando remontó hasta ponerse uno abajo y posesión en el último minuto. Al final ganaron los Heat y me fui de aquel pabellón sabiendo que no tardaría en volver.


Viernes, 5 de febrero de 2011. Los días anteriores los había pasado en la calurosa Florida, pero en la parte norte de la Costa Este una tormenta de nieve había cerrado varios aeropuertos, incluido el JFK de New York. Por suerte el jueves por la tarde ya de había normalizado todo y pude volar el viernes sin problemas.

Sólo estuve una noche en New York, pero aquel día y medio que pasé en Manhattan no los olvidaré nunca: tras los tres días en los que no había parado de nevar la ciudad parecía una auténtica postal de navidad. La nieve en Central Park casi se medía en metros en algunas zonas y algunos de los edificios más altos desaparecían entre las nubes.

Por desgracia el calendario de la NBA no quiso que esa noche jugaran ni Knicks ni Nets, así que solo me quedaba disfrutar de una ciudad mágica y empezar a pensar en que se acababa mi viaje. Dos semanas más tarde estaba allí tumbado, en mi cama de mi hotel de New York, repasando todo lo vivido: desde las playas de Los Angeles hasta los Studios Universal de Orlando, pasando por la ciudad mágica de Salt Lake City, Portland, aquel paseo en tren por el norte de la Costa Oeste y aquella cena en el puerto de Seattle. Habían sido dos semanas inolvidables.

Aquel año Dallas daba la sorpresa ganando a Miami en las finales y, pocos días más tarde, mientras empezaba a planificar el viaje de 2012, una palabra sonaba con mucha fuerza, una palabra que haría tambalear mi próximo viaje, que no me dejaría dormir por las noches... por desgracia el 2012 iba a ser el año del LOCKOUT.

CONTINUARÁ....

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